El LENGUAJE Y EL CAMBIO DE HÁBITOS
- José Luis Mora Castaño
- hace 2 días
- 2 Min. de lectura
Qué importante es elegir la palabra correcta para motivar y animar al paciente a seguir el camino saludable. Los mismos que se dedican al tratamiento de la obesidad cometen el mismo error una y otra vez, utilizando la palabra “dieta” y la expresión “fuerza de voluntad”. Ellos las utilizan como el principal activo para un cambio de hábitos y no son conscientes de las connotaciones negativas que ellas tienen para el paciente con obesidad. Esto sucede posiblemente, porque no sufren en sí mismo lo que es la obesidad o porque no se han parado a preguntar a sus pacientes qué sienten cuando escuchan esas palabras.
En nuestra sociedad, la palabra “dieta” se asocia con restricciones severas y un enfoque temporal para la pérdida de peso. Al hablar de “dieta”, implicitamos que hay un principio y un final, lo que puede crear una mentalidad de privación y culpa. Y, lo que es peor, cuando termine volveremos a los mismos malos hábitos que teníamos inicialmente, porque el fin de la “dieta” no ha sido cambiar de hábitos para ganar salud, sino privarte de lo que te gusta para perder peso. Error, gran error.
En contraste, fomentar la idea de “alimentación saludable” promueve un enfoque más positivo y sostenible. Se trata de hacer elecciones que nutran nuestro cuerpo, mejorar nuestra salud y disfrutar de los alimentos en lugar de verlos como el enemigo. Adoptar este enfoque nos ayuda a crear hábitos que perduren en el tiempo y a establecer una relación más saludable con la comida.
Otro aspecto problemático en el discurso sobre la obesidad es la noción de “fuerza de voluntad”. Al culpar a las personas por su falta de disciplina, se ignoran factores complejos como genéticos, emocionales, sociales y ambientales que influyen en nuestros hábitos alimenticios y estilos de vida.
En lugar de centrar la conversación en la fuerza de voluntad, es más útil hablar de “coherencia”. Esto implica alinear nuestras decisiones alimenticias y de actividad física con nuestros valores y objetivos a largo plazo. La coherencia nos anima a establecer rutinas que se adapten a nuestras vidas y a entender que el cambio es un proceso gradual. Este enfoque empodera a las personas y fomenta un sentido de autoeficacia, en lugar de rendirse ante la presión por resultados inmediatos.
Por tanto, como conclusión, tomemos consciencia de que al cambiar nuestras palabras y enfoques, podemos comenzar a desestigmatizar la obesidad y ofrecer un camino más compasivo y efectivo hacia una vida saludable. Reflexionemos sobre cómo nuestro lenguaje influye en nuestras percepciones y actitudes, y trabajemos juntos para promover un enfoque más inclusivo y realista hacia la salud y el bienestar.
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