Hoy tenía ganas de comentarte cómo afronté el día en que me sometí a la reducción de estómago por el método Apollo. Muchos de vosotros sin conocerme, seguís mis pasos desde que, no exento de vergüenza, expongo mi cambio de vida, y muchos me comentáis vuestros miedos y angustias. Es algo completamente normal, no hagas que el temor a lo desconocido reprima tus ganas de apostar por tu vida.
La mañana se había levantado radiante. Era uno de esos días de cielo azul y una luz especial, a pesar del frío invierno atemperado por la Ría de Huelva. Apenas había conseguido dormir esa noche, demasiadas dudas merodeando por las cercanías de mi descanso. Me preparé como se prepara uno cuando se va de viaje, maleta para un par de días, colocando entre la ropa altas dosis de ilusión debidamente dobladas.
Me acerqué a la cama donde aún permanecía dormido mi hijo y no pude evitar derramar algunas lágrimas por el miedo a que algo saliera mal y no le volviese a ver, curioso sinsentido cuando lo que iba a hacer era una apuesta para poder verle durante mucho tiempo. Me despedí de mi madre con sonrisa en mi boca para que ella no se percatara de mi miedo, pues ya tenía bastante con el que ella sentía por mí. Bajé acompañado por mi esposa y me monté en el coche de mi cuñado que me esperaba en la puerta en compañía de mi hermana…
Han pasado más de cuatro años desde aquel día y mi vida ha cambiado por completo. 70 kg menos avalaron mi cambio de hábitos, una pérdida que inicialmente era mi obsesión y que hoy ha pasado a un segundo plano, pues lo importante no es el número que, impertinentemente, marque la báscula sino todas las mejoras en salud que he tenido. Estoy ganando mi apuesta pero seguiré apostando por la vida, mirando al futuro, ahora sí, con esperanza.
No soy ningún superhéroe, ni soy más fuerte ni más débil que ninguno, tan sólo tengo claro por lo que no quiero volver a pasar. No tengo fuerza de voluntad, sencillamente soy coherente conmigo mismo. Constancia, responsabilidad y disciplina se han convertido en las patas que sostienen el banco de mi vida, mientras mi hijo y mi familia sigue siendo el motor que la impulsa.
No olvidéis nunca que...”Tenemos el derecho a caernos y tirar la toalla, pero también la obligación de recogerla y levantarnos después”.
Yo, no tuve más remedio que someterme a una intervención y mi intención, con mis redes, es que puedas evitar tener que llegar a ella pero que si has llegado a un punto sin retorno, como era el mío, aún hay solución. Pero no olvidéis lo que siempre digo, "no hay tratamiento, farmacológico o quirúrgico, que perdure en el tiempo sino cambias de vida."
JOSÉ LUIS MORA CASTAÑO
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